Plantas de campo, plantas de ciudad

 

Yo no suelo viajar mucho, pero como cualquier hija de vecino veo fotos de las grandes ciudades del mundo: Nueva York, Tokio, Miami, Londres, etc., y me fascina ver imágenes de sus parques y jardines municipales, y en las películas salen las calles y los edificios impolutos, limpísimos, como si en esa ciudad no supieran que existe el polvo o que los coches sueltan hollín.

No hace falta decir que eso consolida aún más la fantasía que representan esas películas.

Nada está fuera del sitio, todo está en orden, ninguna criatura es rebelde en esas fotos y hace ese efecto llamado “photobombing”, o “jodefotos” en español, porque no llama la atención. Todo es homogéneo y perfecto. Incluso las plantas que crecen en las macetas de los balcones parecen súper modelos.

No puede haber nada más aburrido y sintético. Al menos para mí.



En un barrio cualquiera, y un barrio REAL, hay pequeños toques de color que pasan completamente desapercibidos, hasta el punto en que incluso su ausencia es pasada por alto. Hablo de esas plantitas chiquititas, de flores a veces tímidas y otras no tanto, que crecen en los bordes de las aceras, en el limbo entre éstas y las carreteras, en la grieta de una pared, o incluso dentro de una señal de tráfico o un desagüe.

Son llamadas “malas hierbas”. ¿Y por qué? No han matado, ni robado. “Pero hacen feo”, me dijeron una vez. Me callé, porque le creció una hiedra asalvajada en un hueco de unos adoquines y ahora le adorna parte de un muro, y entra dentro de este mismo tema. ¿Hipocresía dónde?

Las llaman así porque estas plantas tienen en los genes la desesperación por arraigar, crecer, vivir en definitiva, y lo hacen sin maceta, ni abono, ni que les midan la cantidad de agua de riego. Porque han germinado y han crecido sin permiso.



Pero, ¡aaah!

Debido a la pandemia y al confinamiento, el mantenimiento de las calles bajó en picado, lo que permitió a estas falsas villanas a desarrollarse y mostrarse en su mayor esplendor. ¡Y la gente se sorprendió gratamente al verlas! Oh, vaya, extraño y curioso, las malas hierbas no son malas.

La mejor parte es que la mayoría de estas plantitas y sus flores son las que más ayudan a alimentar a los polinizadores. En los parques y jardines se tratan a las plantas con mucha cosa química, y eso no gusta demasiado a los insectos. Es normal que prefieran posarse en la flor amarilla que se asoma por la acera que acercarse al hibisco que por una infestación de áfidos lo han rociado con “a-saber-qué” líquido.

¿Qué tienen de malo esas plantas silvestres? Su genoma las ha convertido en seres supervivientes, pueden crecer en ambientes muy hostiles y contaminados como son las ciudades. Su belleza es discreta, pero llamativa para el que sepa apreciarla, que visto lo visto, no es mucha gente. Pero si ninguna es fea ni huele mal, qué me estás contando...

Incluso se hacen bromas sobre esto, el que una plantita insignificante le hace la peineta a la humanidad creciendo en el borde del escalón del portal de casa, sin agua, ni sustrato, ni esperanza de un buen trato; mientras que otras, más cuidadas y mimadas, se marchitan enseguida. Quiero pensar que es una muestra de admiración a través del humor por las plantas silvestres.



Traemos plantas a nuestras casas porque nos gusta verlas crecer y florecer, y hay gente que incluso se siente acompañada por ellas, pero existen otras plantas sobreviviendo bajo nuestros zapatos, en la calle, que realizan la insconsciente labor de alegrar nuestros paseos, dar de comer a los bichitos y, por último, lo mismo de siempre: convertir el dióxido de carbono en oxígeno.

No por haber crecido en una maceta alguien se merece más cuidados y fotos, y no por haber salido de una grieta en el hormigón se merece más pisotones y desdén. Apreciemos nuestras plantas de ciudad: la convierten en el campo que ansiamos ver en vacaciones, son la prueba viva de que la Naturaleza quiere recuperar el espacio que le hemos ido restando.


Si queréis saber más sobre estas maravillosas plantitas rebeldes, os recomiendo “Una Flor en el asfalto. La vida de las hierbas urbanas contada por ellas mismas”, en el que 50 especies nos narran sus virtudes y sus características, y alguna que otra nos canta las cuarenta (que bien merecido lo tenemos).


Texto de Raquel Delgado

Meme de Verbub.com

Fotos de Raquel Delgado

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