La que existe
«Existe un dios bastante olvidado en este panteón, poco respetado, diría yo: Ento Nok, “el que existe”. Todos los dioses tienen algo que realmente los define, su poder, sus actos, su personalidad… Pues a pesar de ser un dios que posee un poder grandísimo, si no tan grande como el de la Suprema Naosla Shau, su pasividad ha hecho que se le haya olvidado mucho en las ofrendas.»
«Y es que Ento Nok es el dios del tiempo, y su mera presencia lo mantiene en marcha. Es lo único que sabe hacer este dios. Existir.»
«Algunos de los documentos mitológicos más antiguos lo creían hermano gemelo de Naosla Shau, y se le atribuían las habilidades de ver el pasado y el futuro, viajar entre ellos, e incluso escibir el tiempo vital de cada criatura que nacía en el mundo. La información más moderna, que es bastante poca y poco fiel, decía que el universo continuaría moviéndose mientras él siguiese respirando. También creían que veía pasado, presente y futuro a la vez, y que eso lo había vuelto un poco tarumba, y por ello tenía cierta afición a incordiar a los mortales con la sensación del paso del tiempo, haciendo eternas las tareas tediosas y efímeros los momentos felices, con muy pocas excepciones.»
«Lo más actual, lo poco que conoce esta tribu por tradición oral, es que era un dios solitario y silencioso, enclaustrado en su casa, pero dedicado a lo que le parecía lo más fascinante del mundo: los insectos, pero sobre todo las arañas. Sus amadas arañas.»
«Su mito más conocido, por no decir que es el único que se recuerda, es el de la creación de sus hijas, las Anan Nok, “Hermanas del Tiempo”, en la que participaron casi todos los dioses a modo de regalo para él, y que no estuviese tan solo.»
«Pero igualmente no se le venera ni se le honra de ninguna forma. La tribu sabe que el tiempo es absolutamente inamovible, por eso no les importa demasiado que Ento Nok se disguste, se enfade o sea complacido, porque no recibirán ningún favor o maldición en relación con su poder.»
«Relatan otros mitos de Naosla Shau y del resto de dioses sin tenerle en cuenta, cuando todo, vida, crecimiento y muerte, ocurre gracias a su poder pasivo del paso del tiempo.»
«Ento Nok no deja de ser un personaje ficticio, pero una no puede evitar sentir lástima por él.»
En este fragmento de “El lirio en el manantial”, una mujer le habla a sus hijas del dios del tiempo, el cual, pese a la importancia e inmensidad del concepto que comprende y maneja, es prácticamente despreciado en su propia religión. Algo poético; cuanto más tiempo pasa, más se le olvida.
Escribí este trozo inspirándome en la humanidad, pero a la inversa. ¿Qué quiero decir?
Básicamente, la sociedad actual venera el tiempo (y el dinero) sobre todas las cosas; siempre estamos intentando “ganar tiempo” o “ahorrarlo”, y para ello se ha desarrollado tecnología cada vez más rápida y eficiente, porque así se produce más en menos tiempo, porque así nuestra vida será más fácil. Nos creemos muy listos creyendo que podemos ganarle la carrera al tiempo, y debe ser la mayor estupidez parida por una neurona.
Sí, puede que sí hayamos “ganado” tiempo, ¿pero a qué precio? En ese proceso hemos perdido muchas cosas, como la empatía para ofrecer un trabajo digno –siempre amenazando con sustituir a los trabajadores por una máquina que no exija dinero por sus conocimientos ni descanso por sus esfuerzos–, o la capacidad de tener paciencia, de esperar, y de sentirnos satisfechos al recoger la recompensa que haya. Ahora todo lo queremos para ayer, y cuando lo tenemos, no nos satisface, queremos más.
Aquí es donde quiero entrar en el paralelismo inverso de mi texto: ¿A qué le faltamos el respeto constantemente, despreciamos sin ninguna vergüenza y le pedimos y le pedimos sin nunca devolverle nada? Justo a la entidad que mi tribu ficticia adora más que nada.
La Tierra. Nuestro planeta Tierra.
Puede
parecer repetitivo, pero no quita que sea verdad: hemos expoliado
nuestro mundo por el bien del progreso sin querer
pensar en las consecuencias de ello, con la mirada puesta únicamente
en un futuro
imaginario,
maravilloso, de vida desahogada y tranquila. Pero lo único que hemos
hecho ha sido ir agotando los recursos, contaminar aire, suelo y agua
y distanciarnos de la naturaleza porque somos “inteligentes”,
cuando es más que obvio que cada día nos comportamos más como
bestias.
«Relatan otros mitos (…) sin tenerle en cuenta, cuando todo, vida, crecimiento y muerte ocurre gracias a su poder (…).»
Aunque todo ocurre en cuestión de tiempo, si seguimos vivos es porque nuestro mundo nos lo ha permitido. Vivimos en una piedra gigante, ardiente y preciosa, viva y milagrosa, pero muy pocos pareces darse cuenta de que no podemos vivir sin esa piedra, que somos parte de esa piedra, y que vamos a volver a ella, antes o después.
Por eso no vale la pena adorar el tiempo, ni ahorrarlo, ni ganarlo, porque va a seguir habiendo segundos aunque no estemos ahí para contarlos.
Valoremos lo que tenemos hoy, justo ahora. Cuidemos la Tierra, adorémosla como realmente se merece.
Al fin y al cabo… Es “la que existe”.
Escrito y fotos por Raquel Delgado
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